Solemos dar toda la importancia al resultado y a la parte visual de la obra.
Pero no.
Lo oculto se esconde a sí mismo y demasiadas veces al sentido de la trama.
Hagamos una pausa entre tanta imagen que publicamos y visualicemos partes recónditas de nuestro quehacer reciclante.
Hoy, un poco de chapa.
Nos encontramos ante nuestro paisaje favorito: el vertedero.
Cada despojo aparenta tener su historia perdida y su valor desprendido, con lo que pierde su color vital, volviéndose gris, como el resto de los despojos.
Un gris entre grises.
Percibimos la basura como un magma de nadas.
Esto sólo bajo la mirada que muere en la costumbre.
Pero llega un reciclante con su mirada pervertida y cambia la escena. Un punto de inflexión ocurre.
Cuando llega el habitante, el paisaje se convierte en ¨lugar¨ (donde todo es posible).
Entonces el reciclante, cuan cazatalentos, se dispone a escrutar el magma residual, intentando devolver a cada despojo su individualidad perdida.
El escenario se transforma imperceptiblemente; recupera su color potencial.
El reciclante, ansiosamente, rastrea con su foco mental el cúmulo de despropósitos buscando ¨algo¨.
No sabe lo que busca, pero lo tiene definido en sus interioridades, y con esto le basta. Sólo busca bajo un patrón incosciente.
De pronto fija la vista: tasa, decide y confirma.
Se ha producido un reconocimiento.
Ahí, precisamente ahí, se detona un proceso; mejor dicho, el proceso se invierte y se vuelve exterior, pero lo que queda es ya tan sólo un desenlace.
Basurata Chan
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