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Que no te atrape la telaraña del consumo

El Día del Barrio de los Artistas de Pamplona, organizado por El Vértigo de la Trapecista, es el día del año en el que Reciclantes crece desmesuradamente. 
Gracias al respaldo, la organización y el estilo humanitario del equipo del Vértigo, y a los cientos de artistas que ese día alteran descaradamente nuestras calles, nos atrevemos a superar nuestros propios vértigos y a cumplir esos sueños que el resto del año nos intimidan.


Esta vez fue Pepe el motor de nuestras reivindicaciones reciclantes. Nos propuso tejer una gran telaraña con bolsas desechadas de la compra, y con bastante estupor pero también con calculada inocencia, nos pusimos cuan nornas del destino, a tejer una imagen de nuestro posible futuro.



El equipo siempre crece con los proyectos ambiciosos. Netxu fue una de las arañas espontáneas que con paciencia anudaba bolsa con bolsa como en una letanía sin oraciones.



Kitxu y Pepe fueron extendiendo la telaraña en los fosos de las murallas para hacer la prueba de carga y comprobar si la trama aguantaba las tensiones, ya que se trataba de un montaje totalmente experimental.



Basurata en posición arácnida, atenta a cualquier movimiento extraño en los filamentos.



Y finalmente la recogimos y la guardamos hasta el día siguiente que sería el despliegue definitivo en la Plaza de Navarrería, lugar de encuentro habitual de los amantes del Casco Viejo de Pamplona.



Nos compinchamos con los vecinos de la plaza para colgar la telaraña de sus balcones, uno de los mejores recursos expositivos de la ciudad y que últimamente explotamos con fruición.



Por la mañana, la tela se fue extendiendo poco a poco, y nosotros pendientes de sus torsiones, y ajustando los radios con minuciosidad, como si de un mecanismo delicado se tratara.



Xabi, con su arnés de seguridad bien afianzado, subió a ensartar la tela en la fuente mientras los demás observaban atentos a cualquier contrariedad.



María, desde el balcón más alto, izaba las últimas tiras y por fin la telaraña quedó atrapada en su centro para formar parte del monumento de la fuente en su versión más contemporánea. Hay que actualizar nuestros iconos con desparpajo.



En la plaza se iba formando un techo multicolor, entre festivo y aciago, en esa denuncia alegre y sin palabras que caracteriza nuestras obras.



Y se iba mezclando lo ordinario con lo extraordinario en una incoherencia que delataba la riqueza de la vida urbana, con las típicas discontinuidades y superposiciones absurdas que suelen aparecer en las ciudades interesantes, cuando no se coartan sus movimientos. En Pamplona ocurrió aquel día.



Superados los momentos de máxima tensión, quedaba afinar la telaraña y celebrar su pretendida descontextualización.



Aquí en plena celebración, cantando a los cuatro vientos la anunciada decadencia del consumismo.



Y el equipo ejecutor, haciéndose un mutuo chinchín para celebrarse por su osadía consumada.
Un aplauso


Agradecimientos:
Al equipo del Vértigo de la Trapecista, por ponernos la magia urbana al alcance de la mano.
A Traperos de Emaús por su incondicionalidad.
A los vecinos de la plaza por su complicidad.
A los innumerables espontáneos que participaron en el montaje, por multiplicar nuestros brazos y alargar nuestras alas.

by reciclantes s.i. (salvación imprevista) 


Los equipajes inversos viajan a París 365



Sin previo aviso, para estos sanfermines nuestros equipajes extravertidos se encaramaron en los balcones del edificio número 1 de la calle Mayor de Pamplona para celebrar la existencia del París 365, un lugar en el que la gente con menos recursos materiales encuentra calor, comida, compañía y a un equipo con grandes recursos humanos.



De ello contamos que cada maleta propone un viaje impreciso o sugerido, que ha de imaginar o recrear el viandante y adivinar la vida viajera del vecino de aquel balcón. Un juego entre lo íntimo y lo público, lo real y lo soñado y una manifestación de que el viaje es sobre todo un desplazamiento del alma.



Esta forrada de sellos, pasaportes y señales bien podría ser de un emigrante cuya ilusión de hacer una nueva vida comienza por un sinfín de impedimentos burocráticos.









Ésta maleta parece haber sacado al exterior todos sus enganches para protegerse a sí misma. ¿O se trata de un vecino amnésico que no quiere recordar cómo se viajaba? 








Ésta absurda y desubicada nos narra sus contenidos mediante un bocadillo de cómic.









Al parecer este vecino decidió hacer su viaje en bicicleta a lomos de su equipaje. O quizás su maleta harta de ser arrastrada engulló al viajero para poder tomar ella las riendas del viaje.









Este equipaje parece que envidiaba a su maleta y decidió convertirse en envoltorio, o su vecina quiso exponerlo a las miradas ajenas para hacerles más llevaderas las colas de espera.













Este vecino tenía escondido un mar de guantes, o tal vez sueñe con una nube de manos que, aladas, le transporten su equipaje más pesado.








Érase una maleta tan absurda tan absurda que enmarcó la ausencia de su equipaje.



De aquella melena negra sólo conocemos su silencio.








La araña teje su tela del destino alrededor de lo que alguien ha decidido llevarse.



Ese balcón puede ser de una cooperante cuyo equipaje expresa el dolor propio por el sufrimiento ajeno.








Cuando el equipaje se rebela porque no se quiere ir a ninguna parte.








Una maleta hecha con cajas de fruta de madera, para viajar durante la crisis.








El viaje de los novios, que se van enamorados y vuelven cansados.








Un toro sanferminero embistió a la maleta causándole tal herida que su equipaje sale a borbotones.








y por último ésta parece que piiiiiii....



Gracias al París 365 y a todos sus vecinos por confiarnos sus balcones para nuestros viajes soñados.